FRAGANCIAS LÍRICAS


La Madonna de la rosa. Sandro Botticelli.





Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas

Sor Juana Inés de la cruz




La rosa blanca de la divina comedia de Dante. Versión de Doré.




CANTO XXX
.........
En el dorado centro de la rosa sempiterna,
que se dilata y se escala y resuma
olor de loas al Sol de la eterna primavera,
como quien calla y hablar quiere,
Beatriz me atrajo y dijo: ¡Mira
cuán grande es el convento de las estolas blancas!
¡Mira nuestra ciudad cuánto se extiende!
¡Mira nuestros escaños tan repletos,
que poca gente más se espera!
En esa gran sede en la que los ojos tienes
por la corona que ya está allí puesta,
antes que tú en estas nupcias cenes,
se sentará el alma, que ya fue augusta
del gran Enrique, que a enderezar Italia
vendrá antes que ella esté dispuesta.

CANTO XXXI
............
En forma, pues, de cándida rosa
se mostraba la milicia santa,
que en su sangre Cristo la hizo esposa;
mas la otra, que volando ve y canta
la gloria de aquel que la enamora
y la bondad que la hizo tanta,
como la escuadra de abejas a las flores
llega y una y otra vez retorna
a donde su labor gana en sabores,
descendía en la gran flor que se adorna
de hojas tantas, y de allí de nuevo salía
hacia donde su amor siempre se aloja.



El Principito. Cap. VIII.

Aprendí bien pronto a conocer mejor a esa flor. Siempre había habido en el planeta del principito flores muy simples, adornadas con una sola fila de pétalos, que ocupaban poco lugar y que no molestaban a nadie. Aparecían una mañana en el pasto, y luego se extinguían a la noche. Pero ésta había brotado un día de una semilla traída de no se sabe dónde, y el principito había vigilado muy de cerca esa ramita que no se parecía a las otras ramitas. Podría tratarse de un nuevo tipo de baobab. Pero el arbusto dejó pronto de crecer y comenzó a preparar una flor. El principito, que asistía a la instalación de un capullo enorme, sentía que de allí surgiría una aparición milagrosa, pero la flor no terminaba de prepararse para estar bella, al abrigo de su habitación verde. Elegía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente, ajustaba sus pétalos uno por uno. No quería salir toda arrugada como las amapolas. No quería aparecer sino en pleno resplandor de su belleza. Y sí !. Era muy coqueta ! Su aseo misterioso había entonces durado días y días. Y he aquí que una mañana, justo a la hora de la salida del sol, se había mostrado.
Y ella, que había trabajado con tanta precisión, dijo bostezando:
- Ah! acabo de despertarme... Le pido perdón... Estoy todavía toda despeinada...
El principito, entonces, no pudo contener su admiración:
- Qué bella es usted !
- Verdad que sí -respondió dulcemente la flor-. Y nací al mismo tiempo que el sol...
El principito comprendió que no era muy modesta, pero era tan conmovedora !
- Es la hora, creo, del desayuno -había agregado poco después-, tendría la bondad de pensar en mí...
Y el principito, todo turbado, buscando una regadera con agua fresca había atendido a la flor.
Así, ella lo había atormentado en seguida con su vanidad un poco tempestuosa. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, le dijo al principito:
- Ya pueden venir, los tigres, con sus garras !
- No hay tigres en mi planeta -había objetado el principito-, y además los tigres no comen hierba.
- Yo no soy una hierba-, había respondido suavemente la flor.
- Discúlpeme...
- No temo en absoluto a los tigres, pero tengo horror a las corrientes de aire. No tendría usted una pantalla ?
"Horror a las corrientes de aire... no es muy afortunado, para una planta, había observado el principito. Esta flor es bien complicada..."
- A la noche me pondrá bajo un globo. Hace mucho frío en este lugar. Está mal acondicionado. Allá, de donde vengo...
Pero se interrumpió. Ella había venido en forma de semilla. No había podido conocer nada de otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender preparando una mentira tan ingenua, había tosido dos o tres veces para hacer sentir en falta al principito:
- Y esa pantalla ?...
- Iba a buscarla pero usted me hablaba !
Entonces ella había forzado su tos para infligirle de todos modos remordimientos.
Así el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, pronto dudó de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia, y se volvió muy desdichado.
"Debería no haberla escuchado -me confió un día-, no hay que escuchar nunca a las flores. Hay que mirarlas y olerlas. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no sabía alegrarme con ella. Esa historia de garras, que me había irritado tanto, debería haberme enternecido..."
Me confió todavía:
"No supe entonces entender nada ! Debería haberla juzgado por los actos y no por las palabras. Me perfumaba y me iluminaba. Nunca debería haberme escapado ! Debería haber adivinado su ternura detrás de sus pobres artimañas. Las flores son tan contradictorias ! Pero yo era demasiado joven para saber amarla."


Antoine de Saint-Exupéry